Son las nueve de la mañana y nos encontramos a los pies del cerro Pochoco. Cada uno prepara su equipo: bloqueador, gorro para el sol, agua y zapatos de caña alta (y buena suela) bien amarrados, y partimos caminando con nuestros bastones "pochoqueros".

El cerro no da tregua, no hay precalentamiento pues partimos subiendo desde el principio. El aire es fresco, cristalino y aromático. Miramos hacia el valle del Arrayán y vemos cómo este aire limpio se contamina hacia el centro de la ciudad.

A medida que avanzamos dejamos pasar espinos, quillayes, colliguayes, chaguales, bollenes, guayacanes, quiscos en contraluz, etc. Si es primavera vemos como cada planta florece y todo enverdece. Si es invierno nos encontramos con planchones de nieve y nevados los cerros que nos rodean.

Subimos y el sendero nos pasea por las distintas laderas del cerro, permitiéndonos distinguir la diferencia de la vegetación cuando la ladera mira hacia el norte o el sur. Mientras, nos vamos encontrando con una singular diversidad de personas entre los 70 y algo de años, hasta pequeños que van en las espaldas de sus papás disfrutando de este hermoso paisaje, algunos junto a sus mascotas.

Si la ladera es de exposición norte-norponiente, nos encontramos con una tierra pobre y asoleada, con muchos chaguales, quiscos y bollenes que son capaces de sobrevivir debido a su capacidad de almacenar agua. En primavera, para mi padecer y el de muchos, sólo algunos chaguales presentan sus inflorescencia con flores verdes azuladas, debido a que la gran mayoría están secas habiendo florecido en primaveras pasadas.

Si la ladera mira hacia el sur, ésta es sombría, húmeda y boscosa. En el invierno fría y en el verano la salvación. En ella no podemos olvidar el tradicional  "buenos días señor litre" para que no se enfade con nosotros, dejándonos enrronchados por más de un par de días, o dejar de asombrarnos con el especial guayacán que parece haber sido extraído de un cuento de duendes.

Después de una hora y media o más de caminata, principalmente en ascenso, llegamos a la cima, en la que mientras disfrutamos de la vista del
cordón andino, con sus cumbres nevadas con hielos eternos de los cerros La Paloma, El Altar, Leonera y El Plomo, nos comemos las más deliciosas naranjas, manzanas o melones, y a veces el cielo nos regala la solemnidad de un cóndor de cuello blanco y alas extendidas, hasta que la corriente se lo lleva...

La bajada es un poco distinta, la pendiente del cerro nos puede hacer perder el equilibrio y resbalar. Es ahora, más que nunca, cuando las
buenas huellas de los zapatos y nuestro bastón pochoquero, son nuestro salvavidas, permitiéndonos descender a buen ritmo y llegar a buena
hora, ¡nos espera un exquisito almuerzo!

Información Importante:

  • Ubicación: Valle del Arrayán. Región Metropolitana.
  • Como Llegar: Por Avda. Las Condes hasta el sector el Arrayán. Tomar camino El Cajón hasta el Observatorio de Achaya.
  • Altitud: 1.805 metros sobre el nivel del mar.
  • Desnivel: 800 metros.
  • Equipo:
    • Zapato de trekking (bototo de caña alta y suela bien dibujada).
    • Gorro para el sol
    • Bloqueador
    • Anteojos de sol (en lo posible con protección rayos ultra violeta)
    • Bastón (si es posible)
    • Agua.
    • Fruta, estupendas las naranjas.
    • Mochila.
    • Cortaviento y ropa de abrigo en otoño, invierno y comienzos de la primavera.
  • Duración: Medio día
  • Temporada: Todo el año.
  • Condición Física: No es apto para personas que no realizan ningún deporte.
  • Edad: Todas las edades.

Autora: Alejandra Cambiaso Varela